Las Alas del Deseo
La primera vez que yo la vi, fue en la U, en un taller que dictaba un profe muy especial que teníamos en esa época, Julio López, quien por su afición (desmedida) por el Séptimo Arte, nos “sugería” ir a su taller donde hacía unas verdaderas clases magistrales de apreciación cinematográfica, en serio! (a las que – por supuesto - asistíamos casi todos por el “susto” de tener malas notas después si no íbamos al famoso taller aquel… pero debo reconocer hidalgamente - por la “tacres” - que lo disfruté!!!!!!). Asistir era todo un reto, más aún cuando pasaba películas pesadas y lentas, según yo en ese entonces… con el paso del tiempo me di cuenta que el problema era mío, porque en esa época aún no tenía vida suficiente como para entender ese nivel de cuestionamiento vital. Ahora le agradezco mucho al profe su insistencia con el tema del cine. Tuve la oportunidad de ver películas maravillosas, como “Recordando con Ira”, “Sonata Otoñal”, “La Amante del Teniente Francés”, “Lady Chatterley’s Lover”, “Sons & Lovers” y por supuesto “Las Alas del Deseo”.
Bueno, retomando… leí el post y me vino una dulce y profunda evocación… además asociado al proyecto del programa “El Desembarco de los Ángeles” o “Tan Lejos, Tan Cerca” que conducía Christian Warnken junto a su memorable “Perro Verde”… quién se acuerda de ese programa único en su (genial) línea editorial? (se dirá asi en la radio?). La evocación fue redonda, TOTAL!
Y ahí quedé pegada con el tema… porque cuán cierto es eso que el deseo tiene alas que te envuelven y no te dejan – es más – son nuestras propias alas rotas las que nos hacen añorar ese estado etéreo y frágil pero poderoso que tienen los ángeles. De hecho, yo siempre he creído que los homóplatos son resabios de nuestras propias alas, que se fueron atrofiando por falta de uso, al final, porque paramos de soñar.
Y no sólo hablo del deseo erótico o sensual, no!, hablo de un deseo mucho más complejo y angustiante… ese de saber - muy en lo profundo – que somos mucho más de lo que vemos en el espejo… Nos azuza y nos impulsa el interno convencimiento que tenemos una esencia angelical… y esto va mucho, pero mucho más allá de las doctrinas y los dogmas religiosos, va más allá del cuestionamiento moral de la fe, de tenerla o no, de creer o no. Va al punto de SABER y TENER CONCIENCIA (to be aware of) que somos más que lo que podemos ver, que somos más que este envoltorio de huesos y pellejo que nos contrae y nos deja pegados al suelo. Este mismo convencimiento que se anida en nosotros es el que nos hace buscar anhelantes aquello que nos falta, aquello que no sabemos exactamente lo que es, pero que tiene que ver con nuestra naturaleza y nuestra sensación de “complitud” acá en la tierra.
No es menor asociar este estado de búsqueda permanente al amor. Esa búsqueda eterna del alma gemela, del ser perfecto para nosotros, del compañero de viaje ideal (o idealizado?) y de saber a cuánto estamos REALMENTE dispuestos a renunciar por él… podríamos renunciar a nuestra vida eterna o –al revés - a nuestra “corporalidad” y al dejar de percibir el mundo en la forma sensual acostumbrada?. Nuestra búsqueda se aquieta un poco, cuando nos enamoramos y decidimos que hemos encontrado nuestra “media naranja” o – me gusta más en inglés – nuestro “better half” (mejor mitad). Cuando encontramos a nuestra pareja, ahí recién nos sentimos “completos” pero angustiados porque no podemos ser parte del otro, “meternos” en el otro, respirar por el otro, ver como el otro, sentir como el otro… pero sin la complacencia inútil del propio ego.
De hecho, cuando sufrimos el des-amor y el olvido, muchas veces sentimos que “algo se nos parte dentro” o que nos han “quitado” algo que considerábamos nuestro… y tratamos de “cortarle las alas” a nuestros sentimientos o a nuestras ilusiones y a nuestros deseos… que curioso, no? Qué curioso es relacionar al amor y los otros sentimientos con las alas, los vuelos y al sentirse “livianitos”… es como si estuviéramos evocando nuestra etapa de ángeles, donde SI podíamos volar, SI éramos livianos y SI podíamos ser uno con nuestro compañero a voluntad.
Al ver el post de Sanfeliu y los comentarios que se sucedieron después (léanlo por favor, está muy bueno!) recordé el monólogo del ángel, que desde la primera vez que lo vi, me dejó tremendamente impactada por la profundidad de sus palabras:
"-Algo ha sucedido… que sigue sucediendo… que me vincula. Fue por la noche y ahora es por el día. Ahora más que nunca. ¿Quién era quién? Yo estaba en ella y ella alrededor mío ¿Quién en el mundo puede asegurar que estuvo alguna vez junto a otro ser humano? Yo ESTOY junto. No ha sido concebido ningún niño mortal sino una imagen común e inmortal. Esta noche he aprendido a sorprenderme. Ella me ha traído al hogar, y yo he encontrado mi hogar."
(No se porque al re-leerla, me re-cordó la escena del Principito y el Zorro en la etapa de la domesticación o al estado de total felicidad de Jack al final de “Azul Profundo”… estar de vuelta donde uno pertenece, en definitiva).
Esta es lejos la más bella declaración de amor y existencia que he escuchado! Definitivamente hay un toque de divinidad en el amor y dentro de nosotros mismos... Qué maravilloso sería poder SER y ESTAR a voluntad EN el otro y perderse en sus límites internos pero sin violentarlos. Con esa pacífica estadía que da el amor mismo, la admiración y el respeto. Con delicadeza al final.
Puede que muchos no estén de acuerdo conmigo en esto, pero no puedo dejar de mencionarlo. El tema me dejó pensado fuerte y largo. A veces me dan muchas ganas de volver a tener mis alas, para poder volar y ver las cosas desde otro punto de vista, proyectados desde lo alto, desde una nueva perspectiva. Me gustaría volver a tener mis alas para poder respirar aires nuevos, renovarme y descansar de la búsqueda incesante de respuestas, para poder cerrarlas en torno a mi y reflexionar o simplemente llorar alguna pena o - tal como Damiel, el ángel de la película - para poder contemplar amaneceres desde lo alto de la estatua y cantar a coro junto a todos los demás ángeles desembarcados.
Si, ya sé. Esto estuvo deep.